La semana pasada nos acercamos al Teatro Muñoz Seca a ver la
obra “Hay que deshacer la casa” de Sebastián Junyent, y actualmente
representada por Ramón Langa y Andoni Ferreño.
Una obra de 1.985 y en
inicio concebida para mujeres, resulta totalmente natural en 2.014 e interpretada
por hombres tras ser adaptada por Andoni Ferreño hace unos años.
En esencia, no creo que constituya gran diferencia que los
protagonistas sean hombres o mujeres pues nos habla de sentimientos, de
percepciones personales, de rencores antiguos,…todo muy humano y totalmente independiente
de los géneros.
El trabajo de los actores y la puesta en escena es
totalmente creíble lo que hace que te intereses desde el principio y hasta
tomes partido.
Esta situación en que nos coloca la obra, totalmente normal
aunque afortunadamente no demasiado repetitiva en una misma vida, la habremos
vivido ya o muy probablemente nos tocará vivirla, por lo que podemos llegar a comprenderla sin
necesidad de esfuerzos o razonamientos, sino desde nuestra parte más básica, desde
las tripas.
Las personas crecemos o creemos que lo hacemos, que
superamos pequeños traumas infantiles, que evolucionamos pero, eso no es del
todo cierto, solo cambiamos de casa, de ciudad, de trabajo o de compañeros. Si
llegara el caso de enfrentarnos a recuerdos o situaciones antiguas, nos daríamos
cuenta de que nuestras reacciones iniciales serían las del niño que fuimos, con
todas las inseguridades, los miedos y las envidias.
Nos daremos cuenta de que no hemos perdonado que nuestra
hermana nos quitara el novio a los 13 años, que seguimos creyendo que el otro
era el mimado de mamá y le concedía todo lo que pedía, que sin duda, e
injustamente, ha tenido mucha más suerte
en la vida…
Afortunadamente, y si nos concedemos un rato, también nos
daremos cuenta de que los demás soportan sus propios traumas y rencores hacia
nosotros. Y nos escucharemos, y nos entenderemos y, sin
tardar mucho, veremos que el amor por esas personas con las que convivimos en
esos años de infancia, y que creíamos totalmente olvidado y superado, sigue
también ahí. Y apoyándonos en el, como lo hacíamos tantos años atrás para
conseguir algo de nuestros padres o para superar el miedo a la oscuridad, llegaremos
a superar cualquier problema y a conciliar posiciones.
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