miércoles, julio 09, 2014

La Cueva de la Ramera

Dentro del evento “Slow blogtrip de #AmigosdeViaje al Real Balneario Solán de Cabras” tuvimos la oportunidad de visitar La Cueva de la Ramera y de recorrer la parte del Paseo Botánico que la comunica con La fuente de los Tilos.
Se trata de un corto recorrido, no más de 1 kilómetro, de agradable y nada dificultoso paseo. Caminamos entre tilos milenarios, avellanos, helechos… y, al alzar la vista nos encontrábamos con la parte alta y pelada de las imponentes paredes de la hoz de Beteta.



Casi sin darnos cuenta del tiempo y camino recorridos, alcanzamos la escalera que comunicaba el suelo con la Cueva de la Ramera, una sólida estructura metálica que nos ayudó a llegar a una parte mucho más alta del macizo montañoso, donde se encuentra la entrada de la cueva. 
Al llegar arriba se desplegó ante nuestros ojos la otra cara de la hoz, iluminada por el sol, se apreciaban claramente las buitreras que cobijan los majestuosos buitres leonados que allí habitan cuando no se solazan escudriñando desde las alturas movimientos, ruidos poco habituales y esas cosas que interesan a los buitres.
Desde allí vimos también alimoches dando sus primeros vuelos mientras sus progenitores vigilaban las evoluciones de sus polluelos desde un poco más arriba y gamos en el fondo de la hoz que, a intervalos, perdíamos de vista entre la frondosa vegetación.
Pero el mundo cambió al adentrarnos en la cueva, cambiaron el paisaje, la temperatura, la humedad…y, de repente, nos encontramos en un lugar antiguo. Un espacio de formaciones caprichosas e imposibles (estalactitas, estalagmitas, coladas…) de esas que tardan milenios enteros en crecer un par de centímetros. De tonalidades variadas, desde el blanco al negro pasando por amarillos, verdes y azulados, dependiendo de los distintos minerales que fluían lentamente en el agua filtrada. Un mundo que solo podemos vislumbrar con la imaginación y que sabemos, pues los restos encontrados no dejan lugar a dudas, que ha sido habitado mucho tiempo atrás, en la Edad de Bronce, por Neardentales.
Mientras Samuel, nuestro guía,  nos iba desvelando los secretos de la cueva, tanto de la parte científica como de las leyendas que también las hay, fue imposible no imaginar a unas gentes de aquella época en cuclillas en los rincones de la estancia preguntándose quienes serían aquellos seres ruidosos que invadían su espacio y se adornaban con una pequeña estrella en la cabeza.