miércoles, noviembre 19, 2014

Salamanca, la ciudad dorada.

        

Salamanca es una ciudad antigua, llena de pasado, de Historia e historias.
Pasear por sus calles y visitar sus iglesias y palacios es un viaje a otro tiempo. No es difícil imaginar por las calles de Salamanca nobles señoras seguidas de cerca por algún criado,  grupos de monjes hablando animadamente de camino a algún convento, o estudiantes corriendo con los libros bajo el brazo y cara compungida, sabedores del rapapolvo que recibirán por llegar tarde a las clases.
Salamanca es una ciudad de paseo lento, de regocijarse con cada fachada, cada balcón, cada patio…, una ciudad para conocer poco a poco y empaparse bien de su historia y su leyenda, que de todo hay. Es de esos sitios en los que no es un dispendio innecesario contratar un guía para que nos muestre los entresijos de la ciudad y nos descubra sus leyendas.

Salamanca es de verdad, elegante y rotunda, segura de sí misma, hecha para durar y dice el tópico que así también son sus gentes: serios, formales y poco habladores pero afables y hospitalarios.
Salamanca es una villa romántica. Disfruta de un paseo por el río, visita el magnífico Cielo de Salamanca (se expone en el edificio de las Escuelas Menores) toma un vermut al sol en una terraza, conoce la Casa Lis (palacete modernista que ahora acoge el “Museo de Art Nouveau y Art Decó”), recorre despacio el jardín de Calixto y Melibea, deléitate con una cena en algún restaurante afrancesado, pequeño y coqueto del casco antiguo y, por supuesto, toma a tu pareja de la mano y pasea bajo los soportales de su Plaza Mayor. La plaza más bonita del mundo dicen algunos y no seré yo quien lo discuta pues, ahora la tengo fresca y, no recuerdo otra mejor.
La gastronomía típica salmantina cuenta con algunos platos antiguos y muy interesantes como el Cabrito Asado, el Calderillo Bejarano, las Patatas Meneadas o la Ensalada de Limones.
La comarca de Salamanca es de tierra generosa, con grandes productos así que, cuando el viaje toque a su fin, acércate al mercado y no dudes en comprar algunas de las viandas más representativas como Jamón de Guijuelo, Queso de Hinojosa, Lentejas de La Armuña, Garbanzos de Pedrosillo o Farinato de Ciudad Rodrigo. No te decepcionarán y, de alguna manera, harán durar en el tiempo un fantástico viaje.
Ah! Si tienes suerte y un día soleado, es posible que veas brillar la Plaza Mayor como si de oro bruñido se tratase. Ese efecto se produce solo en algunas ocasiones y gracias a la maravillosa y dorada piedra de Villamayor, usada en muchos de los edificios emblemáticos de la ciudad y por la que Salamanca es llamada “La ciudad dorada”.

domingo, agosto 31, 2014

“De cómo no dejamos de crecer para ser siempre los mismos”


La semana pasada nos acercamos al Teatro Muñoz Seca a ver la obra “Hay que deshacer la casa” de Sebastián Junyent, y actualmente representada por Ramón Langa y Andoni Ferreño.
Una obra de 1.985  y en inicio concebida para mujeres, resulta totalmente natural en 2.014 e interpretada por hombres tras ser adaptada por Andoni Ferreño hace unos años.
En esencia, no creo que constituya gran diferencia que los protagonistas sean hombres o mujeres pues nos habla de sentimientos, de percepciones personales, de rencores antiguos,…todo muy humano y totalmente independiente de los géneros.
El trabajo de los actores y la puesta en escena es totalmente creíble lo que hace que te intereses desde el principio y hasta tomes partido.
Esta situación en que nos coloca la obra, totalmente normal aunque afortunadamente no demasiado repetitiva en una misma vida, la habremos vivido ya o muy probablemente nos tocará vivirla, por lo que podemos llegar a comprenderla sin necesidad de esfuerzos o razonamientos, sino desde nuestra parte más básica, desde las tripas.
Las personas crecemos o creemos que lo hacemos, que superamos pequeños traumas infantiles, que evolucionamos pero, eso no es del todo cierto, solo cambiamos de casa, de ciudad, de trabajo o de compañeros. Si llegara el caso de enfrentarnos a recuerdos o situaciones antiguas, nos daríamos cuenta de que nuestras reacciones iniciales serían las del niño que fuimos, con todas las inseguridades, los miedos y las envidias.
Nos daremos cuenta de que no hemos perdonado que nuestra hermana nos quitara el novio a los 13 años, que seguimos creyendo que el otro era el mimado de mamá y le concedía todo lo que pedía, que sin duda, e injustamente,  ha tenido mucha más suerte en la vida…

Afortunadamente, y si nos concedemos un rato, también nos daremos cuenta de que los demás soportan sus propios traumas y rencores hacia nosotros. Y nos escucharemos, y nos entenderemos  y,  sin tardar mucho, veremos que el amor por esas personas con las que convivimos en esos años de infancia, y que creíamos totalmente olvidado y superado, sigue también ahí. Y apoyándonos en el, como lo hacíamos tantos años atrás para conseguir algo de nuestros padres o para superar el miedo a la oscuridad, llegaremos a superar cualquier problema y a conciliar posiciones. 

miércoles, julio 09, 2014

La Cueva de la Ramera

Dentro del evento “Slow blogtrip de #AmigosdeViaje al Real Balneario Solán de Cabras” tuvimos la oportunidad de visitar La Cueva de la Ramera y de recorrer la parte del Paseo Botánico que la comunica con La fuente de los Tilos.
Se trata de un corto recorrido, no más de 1 kilómetro, de agradable y nada dificultoso paseo. Caminamos entre tilos milenarios, avellanos, helechos… y, al alzar la vista nos encontrábamos con la parte alta y pelada de las imponentes paredes de la hoz de Beteta.



Casi sin darnos cuenta del tiempo y camino recorridos, alcanzamos la escalera que comunicaba el suelo con la Cueva de la Ramera, una sólida estructura metálica que nos ayudó a llegar a una parte mucho más alta del macizo montañoso, donde se encuentra la entrada de la cueva. 
Al llegar arriba se desplegó ante nuestros ojos la otra cara de la hoz, iluminada por el sol, se apreciaban claramente las buitreras que cobijan los majestuosos buitres leonados que allí habitan cuando no se solazan escudriñando desde las alturas movimientos, ruidos poco habituales y esas cosas que interesan a los buitres.
Desde allí vimos también alimoches dando sus primeros vuelos mientras sus progenitores vigilaban las evoluciones de sus polluelos desde un poco más arriba y gamos en el fondo de la hoz que, a intervalos, perdíamos de vista entre la frondosa vegetación.
Pero el mundo cambió al adentrarnos en la cueva, cambiaron el paisaje, la temperatura, la humedad…y, de repente, nos encontramos en un lugar antiguo. Un espacio de formaciones caprichosas e imposibles (estalactitas, estalagmitas, coladas…) de esas que tardan milenios enteros en crecer un par de centímetros. De tonalidades variadas, desde el blanco al negro pasando por amarillos, verdes y azulados, dependiendo de los distintos minerales que fluían lentamente en el agua filtrada. Un mundo que solo podemos vislumbrar con la imaginación y que sabemos, pues los restos encontrados no dejan lugar a dudas, que ha sido habitado mucho tiempo atrás, en la Edad de Bronce, por Neardentales.
Mientras Samuel, nuestro guía,  nos iba desvelando los secretos de la cueva, tanto de la parte científica como de las leyendas que también las hay, fue imposible no imaginar a unas gentes de aquella época en cuclillas en los rincones de la estancia preguntándose quienes serían aquellos seres ruidosos que invadían su espacio y se adornaban con una pequeña estrella en la cabeza.